Prefiero las tetas naturales. Particularmente no soy fan de los senos, aunque disfruto la simetría, movimiento y contorno de éstos. Difícil evadir un escote casual que deja entrever un lindo busto. Algo complicado es mantener mi mirada en los ojos de ellas mientras asimilo la información que aparentemente escucho, sin dar un vistazo rápido a aquello redondeado que terminará por atraparme totalmente. Prefiero los traseros, las piernas o la piel de las mujeres. Me obsesiona la piel porque la mía es patética.
Se me ocurre que mi opinión no diferirá de otros hombres, pero no es el asunto que quiero comentar. Las mujeres –al menos las que he conocido- se obsesionan con el peso, algunas con el tamaño de su trasero -¿comparado con qué?- su pelo, su ropa, y lo que haga falta agregar. Existe el libre albedrío y para aquellas con ese problema de perfección estética deseable, existen alternativas como la cirugía plástica. El más recurrente argumento en contra, apela a la inseguridad de las féminas.
Vamos asumiéndola como cierta -¿qué más da si la chica es tímida, reprimida, insegura, católica, judía, alta, flaca, gorda, enana?- Lo más importante es que puede elegir verse diferente; si eso le ayuda –o ella cree eso- y no tiene problema con la inversión pues adelante. Personalmente no soy partidario de esas cirugías, pero acepto quea veces hacen milagros -me doy cuenta ahora que ando editando fotografías de algunas pacientes de mi cliente y veo una nariz ganchuda en el «antes», contra una nariz recta y bella en el «después». Échenle un ojo a este sitio del Dr. Carlos Ruiz. Pueden revisar las galerías de aumento de busto, levantamiento de busto, lipoescultura y rinoplastía. Pero sobre todo pueden elegir, ¿no es genial el libre albedrío?
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